La voz del pueblo, la voz de Dios.
Por: IdS
CVX Hermosillo (México)
IntroducciónEn el siguiente ensayo expreso apreciaciones de una democracia vivida, con la intención de reflexionar y escuchar la voz de Dios en el camino hasta ahora recorrido.
¿Cómo entendemos el ejercicio de la democracia ante la imposición violenta de un gobierno que priva de lo básico a la población, restringiendo, cada vez más, sus derechos? ¿Cómo hablamos de paz, justicia y amor, a una sociedad que vive la explotación laboral, el abuso de autoridad y la defraudación política de un sistema llamado legal? ¿Sobre qué principios asentamos la justicia, la libertad y la esperanza que buscamos? ¿Cómo vivimos y experimentamos nuestra participación dentro de la democracia actual?
El ejercicio de la democracia, entre la experiencia y lo conceptual
Difícilmente se habla o se escribe sobre el ejercicio de la democracia en México, y tal vez en América Latina, como un sinónimo de justicia o libertad; ya que la historia atestigua que su significado práctico depende más del ámbito donde se desarrolla o de quienes la promueven; este sentido oscila entre la ingenuidad de tintes utópicos hasta el vil engaño por grupos de poder perpetuados en la estructura gubernamental. Prueba de ello es observar detenidamente la realidad de millones de ciudadanos mexicanos – 1 de cada 2 son pobres[1]- para asimilar el nivel libertad con que viven.
La estructura política mexicana ha intentado, por años, reducir la concepción de democracia, a un simple «método de selección de liderazgos que le da la posibilidad al electorado de elegir a los hombres y mujeres que han de gobernarlos pero que se encuentran lejos de reflejar sus preferencias» (Peruzzotti, p.59). Recordemos que cualquier elección para un cargo político, bastasen dos minutos para definir el rumbo de los próximos años, sin que exista algún mecanismo o garantía aplicable para la revocación de poder, aun cuando éste afecta en su mayoría a los ciudadanos y ellos como nación, así lo demanden[2].
Son el miedo -manipulador de masas- y la corrupción –erosionador de la justicia- herramientas primordiales de dicha estructura, que busca la asimilación paulatina de un proceso seudodemocrático, asegurando no existir forma más justa y conveniente para el desarrollo de una nación. Estas reducciones ideológicas ocultan estilos de vida inhumanos, excluyentes y opresores para la sociedad; pues «la misma sociedad que demanda y tolera esos estilos…experimenta fatiga a medida que la situación se normaliza» (Peruzzotti, p. 57).
Fatiga transformada en apatía, indiferencia o violencia; sobran ejemplos de ello tanto en México como en América Latina, por ello señalaré algunas de estas situaciones «normalizadas» en Hermosillo, Sonora, México -lugar donde resido-; mostrando lo vulnerado y herido que se encuentra el tejido social.
La muerte de 49 niños por el incendio de la guardería ABC[3], la venta de bebés por parte de funcionarios estatales del DIF[4] (Institución pública federal para el Desarrollo Integral de la Familia), el desastre ambiental en el Río Sonora tras el derrame de 40 000 m³ de tóxicos por parte de la minera Grupo México[5], el abuso a migrantes en su paso a EE.UU. – por ser estado fronterizo- y el imperante accionar del narcotráfico como agente de muerte y subsistencia económica. Todos estos muestran una realidad impune que contrasta atrozmente con el fundamento teórico de ser «una forma de organización del poder en la sociedad, que implica la existencia y el buen funcionamiento de un Estado» (PNUD, p.31).
¿Acaso será que la democracia dentro de este sistema político se asemeja al mito de Sísifo, puesto que cuando creemos llegar a alcanzarla, rodamos cuesta abajo y nos consolamos emprendiendo una y otra vez, el mismo camino para volver a llegar a ella? ¿No será un castigo del dios dinero ante la afrenta de intentar ser un país libre y soberano?
Recientemente la asimilación de la democracia, dentro del panorama mundial, ofrece una tónica similar pero con matices distintos: La especulación mediática y la simulación. La idea de ejercer procesos sociales con justicia, transparencia, equidad y donde «… esencialmente tienden a libertar a todos los ciudadanos de las servidumbres materiales en cuanto lo permiten las necesidades de la comunidad, y también a favorecer la libertad y el cultivo de la inteligencia.» (Moro, p.57) presupone una veracidad sobre todo en países desarrollados; pero los hechos recientes exhiben lo ruin de un pueblo identificado con el odio, la xenofobia y el racismo, de discursos acusadores y políticas laborales basadas en esperanza de ser la nación más grande «otra vez», legitimando un sistema que ofrece riqueza a unos a costa de la pobreza de otros. Me refiero al actual presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump.
¿Es válido aceptar un proceso democrático que pone en riesgo la integridad y dignidad del ser humano a escala mundial, simplemente por respetar «la voluntad» de un pueblo? ¿Podemos quedar impávidos ante la globalización del dolor por ser «extranjeros» o actuamos como ciudadanos del mundo que se interesa en lo que le sucede al «otro»? ¿Seremos capaces de romper dinámicas de gobierno o seguiremos repitiendo fórmulas que hemos aprendido como sociedad a lo largo de la historia (la monarquía, el imperio, el fascismo, el nazismo, etc.)?
Sin duda, los riesgos existentes en la lucha por la libertad y la justicia son muchos, no sólo perder la vida, ser torturados o encarcelados, sino el esconder sutilmente nuestra codicia y ansias de poder bajo aspecto de bien común, convirtiéndonos, poco a poco, en aquellos a quienes detestábamos o nos era contrario.
Entre la fraternidad y el nepotismo
Demandar o apelar a la paz por medio de una fraternidad del sistema, invita a seguir creyendo y caminando dentro de un modelo republicano – liberté, égalité, fraternité- sin considerar las acepciones y estructura de valores formadas a través del tiempo. Si partimos desde su definición: es la amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales[6]; podremos cerciorarnos que su presencia ha sido constante desde los inicios de la república.
Sin duda, los riesgos existentes en la lucha por la libertad y la justicia son muchos, no sólo perder la vida, ser torturados o encarcelados, sino el esconder sutilmente nuestra codicia y ansias de poder bajo aspecto de bien común, convirtiéndonos, poco a poco, en aquellos a quienes detestábamos o nos era contrario.
Entre la fraternidad y el nepotismo
Demandar o apelar a la paz por medio de una fraternidad del sistema, invita a seguir creyendo y caminando dentro de un modelo republicano – liberté, égalité, fraternité- sin considerar las acepciones y estructura de valores formadas a través del tiempo. Si partimos desde su definición: es la amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales[6]; podremos cerciorarnos que su presencia ha sido constante desde los inicios de la república.
Pues acaso ¿Un político no da tratos benevolentes, beneficios económicos, puestos gubernamentales o favores a sus allegados (familiares y amigos) para su desarrollo? ¿No considera como «tales» a todo aquel que puede beneficiarlo de una u otra manera? ¿Sabrá diferenciar, realmente, entre la fraternidad y el nepotismo?[7]
Reivindicar la fraternidad como camino a la libertad y justicia, implica la aceptación libre del «otro» -aquel que no soy yo- como hermano; es decir, reconocerle su dignidad como ser e hijo de un Padre en común, amándolo a pesar de sus comportamientos y diferencias ¿Qué mérito se tiene si únicamente amamos a los que nos aman? (Cf. Lc 6,27.33).
El hombre que aspira a tan alta y bella virtud, no ha sido capaz de encontrar espacios para desarrollarla en los sistemas sociopolíticos tan saturados de silogismos y hundidos en la demagogia, que no terminan por convencer ni por beneficiar a la mayor parte de la sociedad; por el contrario, solo descartan, esclavizan y asesinan ¿Existe algún líder que antepone el interés del Estado a su propio beneficio? (Cf. Moro, p.52).
América Latina sirve en este caso, como un testimonio de más de 250 años, de economías nacionales eternamente en vías de desarrollo, de poblaciones hundidas en la pobreza y el abandono, de tierras silenciadas por el saqueo y la explotación. Seguir depositando, arriesgadamente, la confianza en el establecimiento del ideal de república continuará ofreciendo la misma respuesta: una sumisión y abajamiento ante modelos económicos que sustituyen una tiranía por otra; distantes del anhelo subyacente en el corazón de estos pueblos.
Reivindicar la fraternidad como camino a la libertad y justicia, implica la aceptación libre del «otro» -aquel que no soy yo- como hermano; es decir, reconocerle su dignidad como ser e hijo de un Padre en común, amándolo a pesar de sus comportamientos y diferencias ¿Qué mérito se tiene si únicamente amamos a los que nos aman? (Cf. Lc 6,27.33).
El hombre que aspira a tan alta y bella virtud, no ha sido capaz de encontrar espacios para desarrollarla en los sistemas sociopolíticos tan saturados de silogismos y hundidos en la demagogia, que no terminan por convencer ni por beneficiar a la mayor parte de la sociedad; por el contrario, solo descartan, esclavizan y asesinan ¿Existe algún líder que antepone el interés del Estado a su propio beneficio? (Cf. Moro, p.52).
América Latina sirve en este caso, como un testimonio de más de 250 años, de economías nacionales eternamente en vías de desarrollo, de poblaciones hundidas en la pobreza y el abandono, de tierras silenciadas por el saqueo y la explotación. Seguir depositando, arriesgadamente, la confianza en el establecimiento del ideal de república continuará ofreciendo la misma respuesta: una sumisión y abajamiento ante modelos económicos que sustituyen una tiranía por otra; distantes del anhelo subyacente en el corazón de estos pueblos.
Conveniente será dejar de creer que un solo hombre reestablecerá el bienestar y la seguridad social, teniendo como base un desarrollo económico y muros que nos defiendan; de hombres que están interesados en los más débiles cuando viven ajenos a la pobreza y al sufrimiento porque «esos hombres se pasan la vida sin ser amigos de nadie, como dueños o esclavos de voluntades ajenas; porque es señal de carácter tiránico no conocer la verdadera libertad ni la amistad verdadera» (Platón, p. 205).
Además « ¿Quién tiene ansia de subvertir el orden social sino el que más sufre de la condición social?» (Moro, p.35). Las transformaciones sociopolíticas no son deseadas por los que ostentan el poder o reciben beneficio alguno del sistema, sino por aquellos que se ven más oprimidos.
La valoración del perdón y la justicia
Cuando la injusticia y el maltrato social parecen dominar, re-valorando y re-significando nuestros conceptos comunitarios, se presenta el perdón como camino hacia la verdadera paz. Es en este acto de reflexión profunda, en que se restituye nuestra humanidad, al ser cuestionados nuestros pensamientos, sentimientos y reacciones ante la agresión; es cuando se expanden nuestras concepciones limítrofes a nuevos canales de comunicación para la restitución de un tejido social.
El aceptar el perdón como una cultura política es buscar «posicionar las prácticas del manejo emocional, la comprensión de las causas de la agresión, la compasión, la empatía y la cooperación como bases fundamentales para el desarrollo social, cultural y político» (Margetic, p.4); reconociendo en el ofensor su dignidad por ser persona y su calidad de víctima, no solo de victimario, de una educación deforme y una libertad mal entendida.
Además « ¿Quién tiene ansia de subvertir el orden social sino el que más sufre de la condición social?» (Moro, p.35). Las transformaciones sociopolíticas no son deseadas por los que ostentan el poder o reciben beneficio alguno del sistema, sino por aquellos que se ven más oprimidos.
La valoración del perdón y la justicia
«La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo.»
Glaucón a Sócrates.
Cuando la injusticia y el maltrato social parecen dominar, re-valorando y re-significando nuestros conceptos comunitarios, se presenta el perdón como camino hacia la verdadera paz. Es en este acto de reflexión profunda, en que se restituye nuestra humanidad, al ser cuestionados nuestros pensamientos, sentimientos y reacciones ante la agresión; es cuando se expanden nuestras concepciones limítrofes a nuevos canales de comunicación para la restitución de un tejido social.
El aceptar el perdón como una cultura política es buscar «posicionar las prácticas del manejo emocional, la comprensión de las causas de la agresión, la compasión, la empatía y la cooperación como bases fundamentales para el desarrollo social, cultural y político» (Margetic, p.4); reconociendo en el ofensor su dignidad por ser persona y su calidad de víctima, no solo de victimario, de una educación deforme y una libertad mal entendida.
Invariablemente pensar en cómo hacerlo, evoca inmediatamente el ideal de justicia de cada uno, y allí es dónde la herida ciega, puntualiza y reclama «igualdad».
Expresar la justicia social como «dar a cada cual aquello que se le debe» (Platón, p. 5), ó reconocerla como una «virtud plebeya y humilde, que se arrastra muy por debajo de los reales tronos.» (Moro, p. 86); sirve a fines particulares pero no restituye ni reconstruye. ¿Será que el ser justo no es un bien en sí, sino que el hombre se convierte en injusto desde el momento en que cree poder serlo sin temor alguno? (Cf. Platón, p.29).
Y ¿A qué justicia atendemos con nuestros ideales? ¿A una que castiga y encierra a los «malos» para el disfrute de los «buenos»? ¿A una que restituye la dignidad pérdida de la víctima vengándose del agresor con un castigo similar? O ¿Una que busca reinsertar al delincuente a la sociedad?
Aspirar a la construcción de un sistema incluyente, participativo y justo; es dejar de lado, personal y colectivamente, todo aquello que nos aleja y distrae de las necesidades de los más débiles –el progreso de los pobres-. No nos entretengamos en «imaginar mundos en los que el respeto y la dignidad, constituyan los valores que garanticen la vida en pleno goce de derechos» (Narváez Goméz –Díaz Ferrer, p. 1) si seguimos viviendo bajo una ley ciega, sorda y muda, que somete al hombre al rigorismo y a la formalidad ¿La ley se hizo para el hombre o el hombre para la ley? (Cf. Mc 2, 27-28).
Reflexiones finales
Los constantes cambios sociales en México y América Latina, tan abruptos y radicales, muestran el agotamiento del actual modelo sociopolítico; siendo esto un llamando a reformular nuestra participación, ya no como ciudadano de un país sino como miembro de una aldea global que invita a la humanidad y a la solidaridad.
Asumir la responsabilidad dentro de ella[8], es contemplarla creyendo que se puede:
1. Recuperar la memoria histórica: retomando las enseñanzas y costumbres cristianas, arraigadas en nuestros pueblos, que hacen posible una armoniosa convivencia. Imposible será continuar llamando al amor y al perdón si seguimos expulsando de nuestros sistemas al Dios de Jesús de Nazaret. «Más cuando en presencia nuestra se diga que Dios, que es bueno, ha causado daño a alguien, nos opondremos a ello con todas nuestras fuerzas, si queremos que nuestra república esté bien ordenada.» (Platón, p. 47).
2. Reflexionar sobre el significado de mis principios y su aplicación en la vida diaria:
¿Dejó los intereses personales para ir a reconciliarme con mi prójimo? (Cf. Mt 5, 24) ¿Ofrezco la paz como me la da un mundo de experiencias negativas e ideas de venganza, o cómo un puente que re-establece y reconoce a los demás como hermanos? (Cf. Jn 14,27) ¿Profeso amar a Dios con todo el corazón y las fuerzas sin hacerme tonto, diferenciando lo justo de lo injusto? (Cf. Mc 12,30) «porque es un gran combate…mucho más grande de lo que se cree aquel en que se trata de ser virtuoso o malvado. Ni la gloria, ni las riquezas, ni las dignidades…merecen que por ellas descuidemos la justicia y las demás virtudes» (Platón, p. 233).
3. Esperanzarnos en el bien común: no sólo valorar y reconocer el esfuerzo individual, pues en su mayoría, el impacto de éste no alcanza a evitar que los precios de los insumos bajen, que los niños crezcan alejados de la pobreza y la droga. Quitemos el autoflagelo impuesto de creer que se tiene el gobierno que se merece ¿Somos culpables del robo de millones de pesos del erario, por parte de las autoridades, cuando se protesta y se inconforma? ¿Somos culpables de la deficiente educación escolar por el corrupto sistema y la manipulación mediática? O ¿Será culpa del sistema creador de pobres para subyugar y manipular a placer? «La seguridad, la convivencia y la paz no serán posibles sin el progreso de los más pobres» (Margetic, p. 3).
4. Ignorar posiciones fatalistas: busquemos romper los sinsentidos y absurdos mundanos. ¿A qué me siento invitado a participar con fe, alegría, tranquilidad y esperanza? «Cuesta aceptarlo, pero la solución está en el corazón de las personas y de los pueblos que es donde se originan las motivaciones más profundas para optar bien sea por la violencia o por la paz» (Margetic, p. 2).
5. Participar activamente desde lo que uno es: exhibiendo un sistema que corrompe y asfixia lo social, que «no se aguanta». Porque si «la democracia latinoamericana es una experiencia histórica distinta y singular, que debe ser así reconocida y valorada, evaluada y desarrollada.»(PNUD, p.31), no podemos seguir importando modelos o soluciones de otras sociedades «más desarrolladas».
6. Vencer la apatía y el miedo que nos paraliza, porque «el mayor castigo para el hombre de bien, cuando se niega a gobernar a los demás, consiste en ser gobernado por otro hombre peor que él» (Platón, p. 20).
Expresar la justicia social como «dar a cada cual aquello que se le debe» (Platón, p. 5), ó reconocerla como una «virtud plebeya y humilde, que se arrastra muy por debajo de los reales tronos.» (Moro, p. 86); sirve a fines particulares pero no restituye ni reconstruye. ¿Será que el ser justo no es un bien en sí, sino que el hombre se convierte en injusto desde el momento en que cree poder serlo sin temor alguno? (Cf. Platón, p.29).
Y ¿A qué justicia atendemos con nuestros ideales? ¿A una que castiga y encierra a los «malos» para el disfrute de los «buenos»? ¿A una que restituye la dignidad pérdida de la víctima vengándose del agresor con un castigo similar? O ¿Una que busca reinsertar al delincuente a la sociedad?
Aspirar a la construcción de un sistema incluyente, participativo y justo; es dejar de lado, personal y colectivamente, todo aquello que nos aleja y distrae de las necesidades de los más débiles –el progreso de los pobres-. No nos entretengamos en «imaginar mundos en los que el respeto y la dignidad, constituyan los valores que garanticen la vida en pleno goce de derechos» (Narváez Goméz –Díaz Ferrer, p. 1) si seguimos viviendo bajo una ley ciega, sorda y muda, que somete al hombre al rigorismo y a la formalidad ¿La ley se hizo para el hombre o el hombre para la ley? (Cf. Mc 2, 27-28).
Reflexiones finales
«Subirá con esfuerzo hacia el palacio en que habita la justicia,
Ó seguiré el sendero del oblicuo fraude, Para asegurar la felicidad de mi vida?»
Píndaro
Los constantes cambios sociales en México y América Latina, tan abruptos y radicales, muestran el agotamiento del actual modelo sociopolítico; siendo esto un llamando a reformular nuestra participación, ya no como ciudadano de un país sino como miembro de una aldea global que invita a la humanidad y a la solidaridad.
Asumir la responsabilidad dentro de ella[8], es contemplarla creyendo que se puede:
1. Recuperar la memoria histórica: retomando las enseñanzas y costumbres cristianas, arraigadas en nuestros pueblos, que hacen posible una armoniosa convivencia. Imposible será continuar llamando al amor y al perdón si seguimos expulsando de nuestros sistemas al Dios de Jesús de Nazaret. «Más cuando en presencia nuestra se diga que Dios, que es bueno, ha causado daño a alguien, nos opondremos a ello con todas nuestras fuerzas, si queremos que nuestra república esté bien ordenada.» (Platón, p. 47).
2. Reflexionar sobre el significado de mis principios y su aplicación en la vida diaria:
¿Dejó los intereses personales para ir a reconciliarme con mi prójimo? (Cf. Mt 5, 24) ¿Ofrezco la paz como me la da un mundo de experiencias negativas e ideas de venganza, o cómo un puente que re-establece y reconoce a los demás como hermanos? (Cf. Jn 14,27) ¿Profeso amar a Dios con todo el corazón y las fuerzas sin hacerme tonto, diferenciando lo justo de lo injusto? (Cf. Mc 12,30) «porque es un gran combate…mucho más grande de lo que se cree aquel en que se trata de ser virtuoso o malvado. Ni la gloria, ni las riquezas, ni las dignidades…merecen que por ellas descuidemos la justicia y las demás virtudes» (Platón, p. 233).
3. Esperanzarnos en el bien común: no sólo valorar y reconocer el esfuerzo individual, pues en su mayoría, el impacto de éste no alcanza a evitar que los precios de los insumos bajen, que los niños crezcan alejados de la pobreza y la droga. Quitemos el autoflagelo impuesto de creer que se tiene el gobierno que se merece ¿Somos culpables del robo de millones de pesos del erario, por parte de las autoridades, cuando se protesta y se inconforma? ¿Somos culpables de la deficiente educación escolar por el corrupto sistema y la manipulación mediática? O ¿Será culpa del sistema creador de pobres para subyugar y manipular a placer? «La seguridad, la convivencia y la paz no serán posibles sin el progreso de los más pobres» (Margetic, p. 3).
4. Ignorar posiciones fatalistas: busquemos romper los sinsentidos y absurdos mundanos. ¿A qué me siento invitado a participar con fe, alegría, tranquilidad y esperanza? «Cuesta aceptarlo, pero la solución está en el corazón de las personas y de los pueblos que es donde se originan las motivaciones más profundas para optar bien sea por la violencia o por la paz» (Margetic, p. 2).
5. Participar activamente desde lo que uno es: exhibiendo un sistema que corrompe y asfixia lo social, que «no se aguanta». Porque si «la democracia latinoamericana es una experiencia histórica distinta y singular, que debe ser así reconocida y valorada, evaluada y desarrollada.»(PNUD, p.31), no podemos seguir importando modelos o soluciones de otras sociedades «más desarrolladas».
6. Vencer la apatía y el miedo que nos paraliza, porque «el mayor castigo para el hombre de bien, cuando se niega a gobernar a los demás, consiste en ser gobernado por otro hombre peor que él» (Platón, p. 20).
Bibliografía
1. PNUD, (2004); “El desarrollo de la democracia en América Latina” primera sección de “La democracia en América Latina. Hacia una democracia en Ciudadanas y ciudadanos” Segunda Edición. PNUD, Buenos Aires, págs. 31-45.
2. PERUZZOTTI, ENRIQUE (2010); “El otro déficit de la Democracia Delegativa, Retomando el debate acerca de la rendición de cuentas en las democracias contemporáneas de América Latina”. En Journal of Democracy en español, Vol. 2, Julio, págs.. 47-64.
3. NARVÁEZ GÓMEZ, LEONEL Y DÍAZ FERRER, JAIRO (2011); “¿Es el perdón un derecho humano?” Texto preparado para el III Encuentro Internacional de la Red de la Fundación para la Reconciliación en Lima, Peru.
4. MARGETIC, STELLA (2014); “Cultura política del perdón y la reconciliación”.
5. MORO, TOMÁS (2015); “Utopía”, vigesimosegunda edición, colección “Sepan cuantos…”, Editorial Porrúa, México.
6. PLATÓN, (2015); “Diálogos, la República o de lo justo”, trigésimotercera edición, colección “Sepan cuantos…”, Editorial Porrúa, México.
Nota:
Las citas bíblicas son de: «La Biblia de nuestro pueblo. Biblia del Peregrino. América Latina.» texto: Luis Alonso Schökel, Ediciones Mensajero.
Ensayo revisado por: Rolando E. Díaz C.
[1] Consultar CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social). http://www.coneval.org.mx/Medicion/MP/Paginas/AE_pobreza_2014.aspx.
[2] Artículo 87 de la Constitución Mexicana leído en la toma de protesta del Presidente de México: «Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y la prosperidad de la Unión, y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande».
[3] Nota: http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Notas/Noticias/06062016/1089631-ABC-nunca-mas.html
[4] Nota: http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Notas/Noticias/28082015/1002746-Vendia-funcionario-a-ninos-hay-8-acusados-detenidos.html
[5] Nota: http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Notas/Noticias/07082015/996464-El-Rio-Sonora-esta--muerto-Pobladores.html
[6] Definición de la Real Academia Española.
[7] Actualmente no es requisito, para desempeñar algún cargo de gobierno, el ser filósofo.
[8] Cuestionaba el presidente mexicano Enrique Peña Nieto al pueblo: ¿Qué hubieran hecho ustedes? (5 de Enero del 2017).
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