Desde el cielo de los perritos...
Situarnos ante el gran misterio que es «el paso» de esta vida a una más plena, nos crea, humanamente, incertidumbre. Y ante ello, el ser humano ha sido capaz de valerse de historias que logren dibujar de una u otra manera esta realidad, por ejemplo, la carta escrita por «Moe» -un perro Beagle- desde el más allá (o más acá). He aquí la historia:
Mary Westbrook, una madre estadounidense y su hijo Luke -de apenas 3 años de edad- apesadumbrados por la pérdida de su mascota «Moe», recurrieron a una singular terapia: ella y él le escribirían cartas a «Moe» -la dirección es «Cielo de los perritos, Nube 1», detalle importante porque a un niño de 3 años es imposible hacerlo tonto, se decía la madre-, posteriormente ser depositadas en el buzón, y sin que el niño se diera cuenta, retirarlas durante el transcurso del día, pues la ausencia de ellas constataría la entrega. El ritual repetido durante unos cuantos meses.
En cierta ocasión, Mary olvidó recoger dichas cartas y como consecuencia de ello, fueron a parar a la oficina del correo postal. Al verlas, los empleados, como un gesto de bondad, decidieron contestarle a Luke de la siguiente manera:
La madre sorprendida y emocionada compartió la respuesta. ¿Qué paso después?, lo ignoro; pero ello me ha hecho pensar en esa alegría que sintieron los apóstoles al ver a su amigo Jesucristo resucitado (Juan 20,20) o verle partir hacia al Padre (Mt 28,18), constatando que el Cielo sí existe.
Ser conscientes que nuestros seres queridos o en este caso, nuestras mascotas, gozan ya de una plenitud junto al Creador, es suficiente para provocar un gozo profundo en nuestro corazón, sentimiento que invita a acabar con tantos sinsentidos y absurdos que el mundo ofrece.
Basta recordar en quién ponemos nuestra confianza (2 Timoteo 1,12) para reconocer a nuestro Papá Dios, que nos espera en el más allá, y vive acompañándonos en el más acá.
Adaptación libre del texto.
Nota original: http://www.today.com/pets/boy-sent-letter-doggie-heaven-heard-back-his-old-pal-t25851
Imágenes adquiridas del mismo sitio.
Mary Westbrook, una madre estadounidense y su hijo Luke -de apenas 3 años de edad- apesadumbrados por la pérdida de su mascota «Moe», recurrieron a una singular terapia: ella y él le escribirían cartas a «Moe» -la dirección es «Cielo de los perritos, Nube 1», detalle importante porque a un niño de 3 años es imposible hacerlo tonto, se decía la madre-, posteriormente ser depositadas en el buzón, y sin que el niño se diera cuenta, retirarlas durante el transcurso del día, pues la ausencia de ellas constataría la entrega. El ritual repetido durante unos cuantos meses.
En cierta ocasión, Mary olvidó recoger dichas cartas y como consecuencia de ello, fueron a parar a la oficina del correo postal. Al verlas, los empleados, como un gesto de bondad, decidieron contestarle a Luke de la siguiente manera:
«Estoy en el cielo de los perritos.
Juego TODO el dia, soy feliz.
Juego TODO el dia, soy feliz.
Gracias por ser mi amigo,
Te quiero Luke».
La madre sorprendida y emocionada compartió la respuesta. ¿Qué paso después?, lo ignoro; pero ello me ha hecho pensar en esa alegría que sintieron los apóstoles al ver a su amigo Jesucristo resucitado (Juan 20,20) o verle partir hacia al Padre (Mt 28,18), constatando que el Cielo sí existe.
Ser conscientes que nuestros seres queridos o en este caso, nuestras mascotas, gozan ya de una plenitud junto al Creador, es suficiente para provocar un gozo profundo en nuestro corazón, sentimiento que invita a acabar con tantos sinsentidos y absurdos que el mundo ofrece.
Basta recordar en quién ponemos nuestra confianza (2 Timoteo 1,12) para reconocer a nuestro Papá Dios, que nos espera en el más allá, y vive acompañándonos en el más acá.
IdS
Adaptación libre del texto.
Nota original: http://www.today.com/pets/boy-sent-letter-doggie-heaven-heard-back-his-old-pal-t25851
Imágenes adquiridas del mismo sitio.
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