Capítulo I

Prólogo: Luz y Tinieblas*

       1 1En el principio existía la nada y la nada era tinieblas, negación de la luz. 2La nada escondía una potencia evolucionista y así surge el mundo. 3Todo se hizo con y a través de la nada. 4Y así surge la vida, un ser sin sentido y sin destino, hecho de oscuridad y tinieblas. 5Sin embargo, en la tierra han aparecido chispazos de luz, los cuales trabaron combate con las tinieblas, las cuales vencieron a la luz y a sus hijos, pero la Luz sigue con vida.

       6Siempre han existido humanos que veneran la Luz, la cual, en otro tiempo envió a uno de su especie, llamado Juan, para dar testimonio de la gran Luz. 7Él no era la Luz, era su testigo. 8La Luz engendró un Hijo, el cual fue enviado a este mundo para iluminar a todos los humanos. El Hijo de la Luz se encarnó en el seno de una adolescente iluminada, pero el mundo lo rechazó. 9Algunos lo aceptaron hasta el día de hoy, llegando a ser hijos en el Hijo, viviendo de manera ilusa, fuera de la realidad y destinados a una ruina estrepitosa.

       10Vino también al mundo, un enviado de las tinieblas llamado Belial. 11Fue un hijo perfecto del Oscuro, nació y vivió envuelto en riquezas y gran poder con un carisma de seducción que atraía a millones de hombres y mujeres, quienes encontraban en su doctrina el pan que saciaba sus ambiciones y deseos más oscuros. 12Muchos lo aceptaron, otros lo rechazaron. Su presencia se siente, hasta el día de hoy, en personas y estructuras de la sociedad y de las iglesias.


*Cf. Juan 1.

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